EL PILOTO Y SU COCHE
Quien ame el Dakar sabrá quién es Jean Louis Schlesser. El francés es un auténtico trotamundos del motorsport. Criado en Marruecos, su vida deportiva empezó en los circuitos, donde consiguió resultados más que notables. Sin ir más lejos, fue bicampeón en 1.989 y 1.990 de lo que hoy conocemos como Campeonato del Mundo de Resistencia. No obstante, quizás su carrera sobre asfalto más sonada fue el Gran Premio de Italia de 1.988 de Formula 1. Con casi 40 años, Frank Williams le llamó para sustituir a Nigel Mansell por una varicela inoportuna. A pesar de la falta de práctica con el coche, Schlesser no lo hizo nada mal; andaba undécimo a falta de dos vueltas. Cuando Ayrton Senna se disponía a doblarle en la primera chicane de Monza, un error del mito brasileño hizo que ambos coches chocaran, quedando gravemente dañada la suspensión del Mclaren, debiendo abandonar Senna y regalando un doblete a Ferrari semanas después de la muerte de Enzo Ferrari. La mano de Dios, dicen...

Volviendo al francés, sin duda donde más éxitos ha conseguido es fuera del asfalto. Habiendo participado ya en 1.984 en el París-Dakar, a principios de los años 90 comenzó a fabricar su propio buggy para competir en el raid más legendario. Año tras año fue cambiando diseño y mecánica. Para el año 1.999 había formado un equipo potente, pues no solo había construido un buggy con motor Renault de 265CV a 5.500 rpm. cuyo aspecto era absolutamente imponente, sino que había fichado al experimentado piloto español José María Serviá para que condujera la segunda unidad del equipo. El zorro del desierto iba a por todas. Con un buggy que tenía un color azul intenso y la apariencia de un Mégane que había ido al gimnasio, se hizo con la victoria de un Dakar que había comenzado ese año en Granada. Era el primer coche de tracción trasera (y el primer buggy) de la historia en conseguir el touareg. Repetiría al año siguiente. En 2.001 estuvo a punto de conseguir nuevamente el triunfo, pero una severa y controvertida penalización en la penúltima etapa por
la archiconocida guerra con Hiroshi Mausoka dejó la victoria final en manos de Jutta Kleinchsmidt, siendo la primera y única mujer en conseguir esta hazaña (cosa que no te contará el Ministerio de Igualdad). Tras este polémico Dakar, Schlesser siguió desarrollando su vehículo, cambiando motorizaciones y apariencia en función de quien le respaldara, persiguiendo un tercer entorchado que nunca consiguió.
Cuando el maldito terrorismo (y quién sabe qué más) echó al Dakar de África, nació la Africa Eco Race, que pretendió perpetuar el legado del legendario Rally. Una carrera menos conocida pero más pura que la que hoy día corre en Oriente Medio, que de Dakar solo conserva el nombre. En unos primeros años en los que casi todos los participantes eran pilotos amateurs, el francés arrasó en las ediciones que van desde el 2.009 al 2.014, aumentando su palmarés y su leyenda como uno de los grandes reyes de los desiertos de África.
LA MINIATURA

No puedo esconder mi predilección por este buggy. Junto al VW Tarek que usó Jutta Kleinschmidt en el año 2.003, son los dos coches que más me impresionaron en la infancia. Por esto, y más cosas, la pieza que presento hoy tiene un significado muy especial.
Se trata del Buggy con motor Renault con el que Jean Louis Schlesser y José María Serviá corrieron el Dakar del año 2.000, que aquel año acabó en El Cairo, capital de Egipto, y con el que el zorro del desierto se llevaría su segundo touareg.
La miniatura está hecha a escala 1/26 por la entonces italiana Bburago, y no está nada mal. Exteriormente es absolutamente fiel al modelo real, con el característico color azul que durante tantos años llevaron los coches del piloto francés, y unas llantas color plata que le dan un aspecto imponente. La única pega son los faros traseros, dos trozos de plástico rojo en los que se nota que al diseñador de la miniatura se le acabaron las ganas de trabajar.
El interior, irreproducible en foto por su tamaño (y por la calidad de la cámara, vamos a ser sinceros), es bastante correcto, pero falto de detalles, como acostumbraba la marca italiana. Al menos el volante gira con las ruedas, las cuales tienen un radio de giro bastante limitado (por no decir escaso).
En la parte trasera podemos ver las ruedas de repuesto, y si agudizamos la vista podremos ver también algunas pequeñas partes del motor que han sido reproducidas, lo cual es de agradecer.
De lo que no hay ninguna duda es que este cochecito es fotogénico. Da igual donde lo pongas, va a salir bien en la foto, especialmente si es en su hábitat natural. Para muestra, la foto que acompaña estas líneas. Nota a la miniatura: 7.
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